Se levanta.
Y el peso de la incertidumbre la devuelve a la
cama para recordarle que se agotó la esperanza, los buenos deseos, las
motivaciones y sueños.
Todo se ahogó en un minúsculo agujero, lágrima de un
fracaso disfrazado de gigante, que la persigue.
Son solo treinta y dos años.
Pero parece que fueran más, mal vividos.
Su piel ajada, triste y reseca. Su cabello, ya no
brilla y sus ojos no se maquillan.
Pasa días enteros encerrada en la habitación, soñando
que es deseada,
Que toda la miseria es mentira y la realidad es el
escenario en el que ella gana.
Recuerda que le han quitado cosas,
Que se han marchado personas,
Se acostumbró a que las personas llamadas a permanecer,
Se vayan.
¡Abandonen!
Entonces, la esperanza de ser amada, correspondida, se
vuelve nimia.
Le han mentido tanto, que es casi quimérico volver a
creer,
La han lastimando tanto, que no es posible llorar más.
Recoger sus pedazos, volver a estar completa, es casi
imposible.
Eso piensa ella,
En ese minúsculo instante en que revienta su cabeza
contra la almohada de nuevo,
Mientras el despertador canta cosas que prefiere no
escuchar.
Allí, en ese instante matutino,
Se pierde la vida,
Una lagrima se escapa.
Se levanta y se disfraza de valiente,
Al fin, aún respira.
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