POEMA DE MEDIA HORA
Llego de almorzar en mi casa, son las ventajas de vivir cerca de la oficina. La oficina, si. Trabajo como cualquiera para vivir medianamente decente e impulsar la iniciativa de mis abuelos de ser una clase emergente. Y si que teníamos que emerger. Será por esa razón que siempre cuidó con quien nos relacionábamos, si eran pretendientes, tenían que pasar por cuánta prueba se les ocurriera a las tías. He allí la razón por la que a los treinta aún no conocíamos el mundo y nos hirieron. Pero no es para confundirse. Hemos vivido! Hemos hecho cosas locas y hemos disfrutado de libertad, claro no sin la dosis de drama correspondiente, por no salir de casa bien casadas, de la mano del hombre ideal, con un lujoso vestido blanco que tapara con su brillo la deshonra disfrazada de niña buena, pulcra y correcta. Bueno, esa que ya no soy. Allí estoy yo, miembro no tan sacra y reputada como mi familia esperó que fuera, aunque algunas personas dirían que el segundo adjetivo me queda muy bien. P